La chica acarició el cristal con la yema de su dedo índice y acto seguido, decidió entrar en el bar. Tenía un aspecto sicodélico, lo cual llamó su atención y se acomodó en un taburete cercano a la barra. Su cabello rubio estaba completamente empapado, al igual que ella-su corazón.
-Por favor, una jarra de cerveza y dos cubatas. –dijo la joven.
-Perdone pero es demasiado tarde para servir alcohol.- insinuó el camarero. Su aspecto era común y vulgar, como cualquier otro chico de aquellos ámbitos pero había algo especial en él – o eso creía ella.
-Le he dicho por favor. No causaré molestias.
-Pero…
-No hay peros que valgan. Una jarra de cerveza y dos cubatas, si quiere se lo explico.
-¿Explicarme el qué?
-Primero sírvame lo que le he pedido y después, cuando estos dos tíos que están aquí se marchen le contaré la historia.
-Está bien pero en cuarenta minutos cierro el bar.
-Cuarenta minutos son suficientes.
Cuando la jarra y los dos vasos repletos de alcohol estaban en sus manos la muchacha comentó:
-Échelos.
-¿Qué?
-Que los eche.
-No es necesario.
-Sí lo es, por favor.
-Está bien. Eh…disculpen.
-¿Perdona?- gritó el grandullón.
-Vamos a cerrar en 10 minutos, ¿podrían ir saliendo?
-Oh claro, eso está hecho. ¿Qué hora es ya?
-Las 04:20.
Y acto seguido cerraron las puertas del local.
-30 minutos.- dijo ella.
-¿Y bien?
-El alcohol es mi medicina, me ayuda.
-Es una droga.
-No, para nada. ¿Usted no bebe?
-No soy de esos.
-Pues yo soy Michelle y soy de esas. Bueno… no del todo, solo cuando él…
-Vaya, así que hay un hombre. Yo soy John.
-No.
-¿Entonces?
-Solo cuando él decide romperse en pedacitos, ¡cuando estalla!
-Pero, ¿quién? ¿Y cuándo sucede eso? No lo entiendo Michelle.
-Mi corazón. A él le gusta salir a la calle y… siempre se hace daño. Se ilusiona con cada persona que lo observa y cuando esa ilusión se rompe… estalla, y se va. Lejos de mí. Y duele.
-Está loca. ¿Cómo va a hacer eso un corazón?
-Es que no es ‘un corazón’ es ‘mi corazón’. Él no es como los demás… es más frágil. ¿Sabe por qué estoy empapada, John?
-Porque ha llovido tal vez.
-No. Porque llevo toda la noche intentando reconstruir mi pecho, y no lo consigo. ¡NO PUEDO! ¡ES IMPOSIBLE!
-¿No encuentras las piezas?
-No.
-Y, entonces, ¿qué es lo que tienes que hacer?
-Lo de todas las noches: emborracharme y vagar por todos los rincones de la ciudad recogiendo trocitos de corazones. No siempre recojo trocitos del mío, pero siempre construyo uno. Uno deforme e iluso que cada noche se rompe en pedacitos para volver a ser reconstruido.
-Qué dolor.
-Y qué soledad.
-Aún te quedan 10 minutos.
-No. Mi tiempo se agotó hace más de 10 minutos- suspiró mientras bebía el último trago del cubata.
-Por favor, una jarra de cerveza y dos cubatas. –dijo la joven.
-Perdone pero es demasiado tarde para servir alcohol.- insinuó el camarero. Su aspecto era común y vulgar, como cualquier otro chico de aquellos ámbitos pero había algo especial en él – o eso creía ella.
-Le he dicho por favor. No causaré molestias.
-Pero…
-No hay peros que valgan. Una jarra de cerveza y dos cubatas, si quiere se lo explico.
-¿Explicarme el qué?
-Primero sírvame lo que le he pedido y después, cuando estos dos tíos que están aquí se marchen le contaré la historia.
-Está bien pero en cuarenta minutos cierro el bar.
-Cuarenta minutos son suficientes.
Cuando la jarra y los dos vasos repletos de alcohol estaban en sus manos la muchacha comentó:
-Échelos.
-¿Qué?
-Que los eche.
-No es necesario.
-Sí lo es, por favor.
-Está bien. Eh…disculpen.
-¿Perdona?- gritó el grandullón.
-Vamos a cerrar en 10 minutos, ¿podrían ir saliendo?
-Oh claro, eso está hecho. ¿Qué hora es ya?
-Las 04:20.
Y acto seguido cerraron las puertas del local.
-30 minutos.- dijo ella.
-¿Y bien?
-El alcohol es mi medicina, me ayuda.
-Es una droga.
-No, para nada. ¿Usted no bebe?
-No soy de esos.
-Pues yo soy Michelle y soy de esas. Bueno… no del todo, solo cuando él…
-Vaya, así que hay un hombre. Yo soy John.
-No.
-¿Entonces?
-Solo cuando él decide romperse en pedacitos, ¡cuando estalla!
-Pero, ¿quién? ¿Y cuándo sucede eso? No lo entiendo Michelle.
-Mi corazón. A él le gusta salir a la calle y… siempre se hace daño. Se ilusiona con cada persona que lo observa y cuando esa ilusión se rompe… estalla, y se va. Lejos de mí. Y duele.
-Está loca. ¿Cómo va a hacer eso un corazón?
-Es que no es ‘un corazón’ es ‘mi corazón’. Él no es como los demás… es más frágil. ¿Sabe por qué estoy empapada, John?
-Porque ha llovido tal vez.
-No. Porque llevo toda la noche intentando reconstruir mi pecho, y no lo consigo. ¡NO PUEDO! ¡ES IMPOSIBLE!
-¿No encuentras las piezas?
-No.
-Y, entonces, ¿qué es lo que tienes que hacer?
-Lo de todas las noches: emborracharme y vagar por todos los rincones de la ciudad recogiendo trocitos de corazones. No siempre recojo trocitos del mío, pero siempre construyo uno. Uno deforme e iluso que cada noche se rompe en pedacitos para volver a ser reconstruido.
-Qué dolor.
-Y qué soledad.
-Aún te quedan 10 minutos.
-No. Mi tiempo se agotó hace más de 10 minutos- suspiró mientras bebía el último trago del cubata.
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